Pinturas Teatro Calderón de la Barca

Las pinturas existentes en el techo adintelado del patio de butacas del Teatro Calderón de Motril constituyen sin duda el elemento más destacable de su mobiliario decorativo, lo cual justifica por su consideración como bien artístico sujeto a protección. El avanzado estado de deterioro en que se hallaban en el momento de emprender la rehabilitación del edificio determinaron la necesidad de proceder a su restauración, para evitar una pérdida irreparable.

Se trata de pinturas murales, realizadas al temple sobre lienzo y adheridas al techado de madera que cerraba el patio de butacas. Este tipo de técnica, muy usado a partir del Barroco, facilitaba la labor del artista, ya que las decoraciones no tenían que hacerse in situ. Forman un conjunto de telas unidas entre sí, con una dimensión aproximada de unos 90 metros cuadrados.

Tradicionalmente se ha atribuido su ejecución al pintor y delineante Francisco Muros, a quien se adjudican también en la misma ciudad los frescos de la casa de los Vinuesa, antes residencia privada de los propietarios de la Azucarera de San Luis. Sea como fuere, y a falta de un apoyo documental firme, esta obra debió ejecutarse poco antes del otoño de 1881, al tiempo de la inauguración.

Tanto la concepción de estas pinturas como su programa iconográfico responden al gusto imperante en las últimas décadas del siglo pasado. Para las decoraciones de los techos y paredes de teatros, telones de embocadura y escenarios se acudió con frecuencia a repertorios propios del mundo clásico, como fueron los autores antiguos o temas de la mitología.

Por desgracia, se han perdido las decoraciones y el telón de embocadura del Calderón, si bien se conservan los lienzos del techo como testimonio histórico y artístico de la edad dorada del teatro burgués. Estilísticamente, suponen una continuación tardía y localista del neoclasicismo decimonónico, que se prolongó hasta finales de la centuria en las decoraciones de las residencias privadas y de los edificios teatrales.

Pues bien, las decoraciones pintadas en el techo del Calderón, en toda la extensión del patio de butacas se atienen a una equilibrada composición espacial. Junto a dos bandas exteriores de colores gris y blanco, con figuraciones de tallas en centros y esquinas, se dispone un enmarcamiento de ovas y dardos, que engloba un fondo general, de tonalidad verde claro ligeramente azulada. Sobre dicho fondo se señalan cuatro cuadros en el sentido de los ejes de la sala, con decoración de jarrones de rosas entre ellos. Alternan con los cuadros cuatro rosetones laterales que servían de base a sendos ventiladores, provistos de un largo pie; y, en medio, otro rosetón, de mayor tamaño, sustenta la lámpara central.

Los mencionados cuadros están definidos por marcos achaflanados en la parte inferior y semicirculares en la superior. En la base ostentan cartelas identificatorias, mientras que en su cúspide presentan ménsulas de figuras aladas con un cornisamiento, sobre el que dos esfinges sustentan un centro de flores. En su interior se figura, sobre fondos azules de paisaje, a cuatro de las nueve musas de la inspiración poética: Melpómene, Euterpe, Terpsícore y Talía.

En el eje longitudinal de la sala, sobre la entrada, figura Melpómene, musa de la Tragedia. Vestida con túnica clara y capa roja, se ciñe el cabello con una cinta. Apoya la mano izquierda en un trozo de columna. Muestra como atributos una máscara trágica a sus pies y un puñal en la diestra, en lugar de la característica maza de Heracles.

Euterpe, musa de la Música, aparece en el mismo eje, sobre el proscenio. Se representa sentada, vestida con un peplo de tono ocre claro y con una corona de flores. Lleva como atributos una flauta en cada mano. Ambas musas se destacan sobre un fondo azulado, más oscuro que el de los dos cuadros restantes.

En el eje transversal, a la izquierda, figura Terpsícore, musa de la Poesía Lírica y la Danza. Se trata de un personaje femenino en actitud movida, vestido con peplo de tonos verdes claros y con plumas sobre el tocado. Entre sus manos porta una cítara.

Finalmente, a la derecha, Talía, musa de la Comedia, que se representa en pie, con una túnica ocre y «palla» corta verde, coronada con laurel, portando como atributos una máscara cómica en su diestra y un. bastón en la izquierda.

Estas pinturas no habían sido retocadas desde la época de su realización a finales del siglo pasado, al menos que se sepa, hasta 1948, momento en que el local estaba arrendado al Centro Cultural y Recreativo de Motril. En dicho año se efectuaron sobre ellas algunos repintes, eliminados en la actual restauración. En aquel mismo año se renovó el telón de embocadura, que, como puede observarse en las reproducciones fotográficas, ostentaba en su centro una cartela con el anagrama de esta entidad, rodeado por figurillas tenantes y cornucopias. Sobre él, se disponía el escudo de la ciudad de Motril, sobre un águila bicéfala, en una tela encarnada con bordados.

Las tareas de intervención sobre las pinturas murales del Teatro Calderón fueron adjudicadas en 1994 a RESCON, S.C.A., empresa especializada en la conservación y restauración del Patrimonio Histórico y Artístico. Entre sus realizaciones, cabe destacar la reciente recuperación de los frescos y pinturas en varias fachadas de la Carrera del Darro, en Granada; y, en la misma ciudad, su actuación en el Alcázar Genil.

Los trabajos de restauración de las pinturas motrileñas fueron llevados a cabo por Antonia Garrido Martínez, Concepción González Péculo, Matilde Jiménez López y Beatriz Martín Peinado, licenciadas en Bellas Artes. Las obras duraron varios meses, desde finales de 1994 hasta abril de 1995, en que fueron colocadas en su lugar de origen.

El estado de conservación de las pinturas murales en el momento en que se procedió a la recuperación del Calderón era pésimo. Los soportes se hallaban muy deteriorados. A la suciedad generalizada había que sumar la existencia de manchas de humedad, ataques biológicos, exudaciones de la madera sustentante, desgarros de los bordes, rotos, fisuras y deformaciones provocadas por la pérdida de propiedades de la cola adhesiva.

La película pictórica, por su parte, también se hallaba muy afectada: debilitamiento del aglutinante, pérdidas de estratos de color por el movimiento y dobleces de las telas, escamaciones, craquelados y oxidaciones de los pigmentos, así como manchas de muy diversa índole, generadas en parte por los usos propios del edificio.

Todo ello hizo precisa una intervención integral en la obra para asegurar su funcionalidad y conservación en la rehabilitación de la arquitectura teatral a que fueron destinadas, respetando al máximo su concepción primigenia. En este sentido, cabe resaltar que las reintegraciones de telas se hicieron siguiendo criterios estrictos de reversibilidad. De igual forma se procedió con las reintegraciones cromáticas, de manera que puedan diferenciarse las partes originales, pero dando al conjunto gran unidad visual.

Previamente a la restauración se había procedido al traslado de los lienzos a un taller con buenas condiciones para la conservación y el trabajo sobre los mismos. En él se llevó a cabo su desinsectación, en cámaras de vacío, a base de fungicidas.

Tras la desinsectación de las telas se ejecutó su desdoblamiento y extensión sobre bastidores, con una fijación de urgencia de las superficies cromáticas. Una vez extendidos los lienzos se procedió a la limpieza de los anversos y reversos, a su planchado para evitar deformaciones y a la fijación de la película pictórica mediante inyección de resinas sintéticas.

La limpieza detallada de los estratos de color se realizó acudiendo a técnicas idóneas, mecánicas o químicas, para cada tipo de suciedad, ya sea por acumulación de polvo y grasa o por excesos de humedad. Sobre los rotos y los bordes estropeados se fijaron parches de telas compatibles con las originales.

Se colocaron algunos reentelados, sólo en las partes donde el soporte primigenio había perdido todas sus propiedades. Tras ello, sobre la superficie de los lienzos se extendió una capa protectora, con objeto de hacer reversibles las posteriores reintegraciones de materia pictórica. Asimismo, las telas fueron adheridas a un soporte de madera prensada, realizándose algunos injertos en los bordes.

La reintegración cromática en las partes donde se había perdido la pintura se ejecutó con colores acuosos. Estos se aplicaron siguiendo criterios de diferenciación del original, pero sin que el conjunto pierda su unidad, como ya se ha dicho.

Tras la reintegración de colores, colocaron una capa protectora final en toda la extensión de las telas, mediante resma sintética de baja concentración. Finalmente, se procedió al traslado y colocación en su ubicación original, siempre bajo la supervisión y montaje de personal restaurador especializado.

Una vez instaladas las pinturas en el techo del Calderón, se realizarón los últimos retoques de detalle. Este largo proceso de restauración para lograr la perfecta conservación de los lienzos se ha afianzado con las medidas protectoras de la nueva techumbre, contra la humedad y dilataciones de materiales.

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