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La rehabilitación del Teatro Calderón
Desde su inauguración en el año 1881 hasta su cierre definitivo en 1971 el Teatro Calderón de la Barca ha experimentado sucesivas remodelaciones, relacionadas con la variedad de usos y funciones a que fue destinado. En él han quedado reflejadas las aspiraciones y la vida cotidiana de la sociedad motrileña, así como las modas, los cambios de gustos y las propias transformaciones, a un ritmo vertiginoso, del mundo contemporáneo.
Las primeras representaciones de éxito en el Calderón estaban formadas, en su mayor parte, por repertorios de las compañías ambulantes, que acercaban a las ciudades de provincias zarzuelas, dramas y otros géneros escénicos. Representaciones musicales y bailes de salón completaban el cuadro escénico del coliseo motrileño, cuya temporada más nutrida de actuaciones coincidía, sobre todo, con las fiestas de otoño.
En la temprana fecha de 1905, diez años más tarde de su invención, llegó el cinematógrafo a Motril, instalándose una de estas máquinas en el Calderón. Su éxito fue extraordinario, planteándose cierta competencia empresarial entre los gerentes de este teatro y los del Teatro Principal; problema que se repetirá posteriormente con otros edificios, como el Cinema Sexis, entre 1914 y 1929, y el Coliseo Viñas, desde 1931 en adelante.
Este ambiente tenso se refleja claramente en expediente municipal sobre la instalación de nuevo cinematógrafo en el Teatro Calderón, incoado en 1914. En él quedan reflejadas las versas vicisitudes que ocasionó la concesión licencias de apertura.
Uno de los documentos contenidos en el mencionado expediente recoge la propuesta que, en 1915, el entonces propietario -Narciso González Enciso- hace al Alcalde de Motril, para la instalación de una cabina de proyección en local anejo al edificio del Teatro, colindante con éste por la parte trasera del escenario, estableciéndose la necesaria conexión a través de un pequeño hueco abierto en la pared de fondo de la escena. En este paramento quedaban las marcas, constatadas durante las obras de restauración, que aseguran la implantación del sistema.
Más adelante, se produciría la utilización del palco central de la planta primera del Teatro para ubicar la cabina de proyección, emplazamiento que resultó definitivo.
En el año 1916, la Junta consultiva de Espectáculos de la provincia de Granada emite informe favorable y propone al Ayuntamiento de Motril el otorgamiento al Teatro Calderón de la Barca de la autorización definitiva para la proyección de espectáculos cinematográficos. La Junta de Espectáculos adopta dicha resolución, no obstante el informe desfavorable del Gobernador Civil de Granada y la existencia de otras opiniones en contra, pero la condiciona al establecimiento de dos nuevas comunicaciones, para evacuación del público, entre la sala de butacas y los pasillos laterales de salida.
El Alcalde de Motril asume la propuesta efectuada y otorga la autorización de carácter definitivo, el 31 de octubre de aquel año, después de haber sido realizadas las modificaciones requeridas. Por entonces, el aforo del edificio era el siguiente: 17 palcos, 2 plateas, 200 butacas, 100 entradas de general, 200 entradas de paraíso y 50 de delanteros de paraíso.
Las obras correspondientes al establecimiento de las nuevas comunicaciones laterales se vieron complementadas con algunas otras medidas para la ampliación en anchura de los accesos del público al Teatro, afectando a puertas y pasillos perimetrales, éstos últimos mediante el picado de paramentos de los muros de herradura laterales. En cualquier caso, las obras en su conjunto no supusieron alteración arquitectónica de importancia.
Otra de estas vicisitudes que, en su funcionamiento como sala de espectáculos teatrales y cinematográficos padeció el Calderón, se refiere a la denuncia que, por la inexistencia de equipo de protección de incendios en el proyector de películas, supuso en el año 1928 la clausura del local, solicitándose y obteniéndose su reapertura tras la subsanación de la carencia denunciada.
A partir de 1932 se inicia en el Teatro Calderón la andadura del cine sonoro. Los propietarios del local, los Cervera, arriendan su gerencia a una sociedad empresarial, formada por José Fernández Cuevas, José Extremera y Manuel Hernández Sierra, si bien a partir de 1934 se firmó un contrato entre la sociedad Cuevas-Extremera y Miguel Viñas, gerente del Coliseo Viñas, para la explotación conjunta de ambos edificios.
Tras el compás que supuso la Guerra Civil, el Teatro reabrió sus puertas en 1940, en régimen de arrendamiento por parte del Centro Cultural Recreativo, sociedad nacida hacia 1930 a imitación del Centro Artístico granadino, y que aún hoy continúa en vigor. Esta agrupación firmó diferentes contratos de explotación del local, como sala de espectáculos, teatro y cine, primero con la Administración Local de Bienes Incautados, y, desde 1941 con las hermanas Antonia y Carmen Cervera, y Juan González Cervera, a quienes perteneció el edificio hasta 1953.
Pues bien, el Centro Cultural Recreativo llevó a cabo varias obras de remodelación en el Teatro, dada la precariedad en que se hallaba, desmantelados la sala y el escenario. En 1948, entre otras obras, se realizaron la renovación de la embocadura del escenario, el alicatado de la sala y la restauración de las pinturas del techo.
Sin embargo, dos años más tarde fue subarrendado a la empresa Viñas, por discordias internas entre los socios del Centro Cultural, por su mala gestión empresarial y por los excesivos costes de mantenimiento, sin llegar a ser amortizados. En septiembre de 1950 la sociedad cultural vendió los enseres de cinematografía a Esteban Viñas Dinelli, por un valor de 180.000 pesetas. Por fin, en 1953, el señor Viñas adquiere todo el inmueble, manteniendo la explotación de la sala hasta su definitiva clausura en 1971.
Hasta su cierre siguió siendo utilizado como sala cinematográfica, espacio escénico para compañías teatrales ambulantes y grupos dramáticos locales. Asimismo, en él se dieron cita, cada vez más espaciadamente, representaciones de variedades, actuaciones de flamenco, espectáculos circenses y algunos elencos locales de cierta entidad, como los Juegos Florales de 1957 y 1960.
Desde 1971, cerrado al público, el edificio queda en estado de abandono, aunque en la zona con tipología doméstica, que tiene fachada a la plaza de España, se cede el uso de la planta alta a una asociación benéfica y en la baja se desarrollan actividades de una asociación cultural. Un pequeño local comercial se segrega también en esta planta, ampliándose el hueco en fachada de una primitiva ventana.
En 1982 obtiene la declaración de Monumento de Interés Local. Dos años después, el plenario de la Corporación Municipal acuerda la adquisición del Teatro Calderón por el Ayuntamiento de Motril y así, tras haber permanecido durante algo más de un siglo en el ámbito de la propiedad privada, pasa el inmueble al dominio público, lo que era condición indispensable para acogerse al Programa de Rehabilitación de Teatros en Andalucía.
Por otra parte, su inclusión en el Inventario de Edificios Protegidos de Motril, con un grado de protección 3, suponía la exigencia de conservación, restaurando o sustituyendo con identidad las fachadas con todos sus elementos, las cubiertas y todos los interiores estructurales y ornamentales vistos.
Entre los objetivos del mencionado plan de rehabilitación de teatros cabe destacar la recuperación de los antiguos espacios escénicos y de su entorno, dado que estos edificios suelen caracterizarse por su centralidad urbana.
Tales fines, a la postre, no pretenden sino la revitalización de la cultura y de la imagen ciudadanas. En este sentido, es manifiesta la importancia de la rehabilitación del edificio, ya que dinamizará la zona comprendida entre las plazas de España y de San Agustín, hallándose en la primera la Iglesia Mayor y el Ayuntamiento, y en la segunda, el Mercado Municipal y la Iglesia-Colegio de los Agustinos.
La elaboración del proyecto inicial de rehabilitación del teatro fue encargada por la Junta de Andalucía al arquitecto Pablo Fábregas Roca, quien finalizó su trabajo en octubre de 1987. El desfase del presupuesto por el tiempo transcurrido hizo necesaria su actualización. En mayo de 1991 las obras fueron adjudicadas a la empresa constructora AGROMAN. El primero de agosto de 1991 se comenzaron los trabajos, bajo la dirección del arquitecto Emilio Herrera Cardenete, que recibió el encargo del Ayuntamiento de Motril.
La intervención realizada en el edificio ha revestido gran complejidad, dadas las dificultades de conciliación entre las exigencias de conservación del inmueble y las necesidades técnicas de equipamiento teatral, con criterios actuales, de un espacio escénico. Esta integración de intereses ha sido uno de los objetivos básicos de la rehabilitación del inmueble.
El estado ruinoso en que se hallaban varias zonas de la edificación ha permitido la coexistencia de una labor cuidadosa de restauración con otras actuaciones menos condicionadas por los valores histórico-artísticos que por exigencias arquitectónicas y funcionales.
Como buen ejemplo de todo ello, cabe referir la adecuación volumétrica de la caja de escena, para posibilitar la dotación de maquinaria escénica moderna. Asimismo, han sido tratadas con rigor e intensidad las actuaciones estructurales y las referentes a instalaciones en general. Para. ello, se ha acudido a sofisticados sistemas constructivos. El refuerzo estructural realizado ha partido del recalce de la cimentación mediante micropilotaje; sistema que ha permitido obviar la aparición de comportamientos diferenciales entre zonas derrumbadas y otras mantenidas. Las fábricas de ladrillo y los muros de herradura, organizadores del espacio de público, y de las pilastras de hombros y fondo de escena, se han consolidado mediante un revestimiento de hormigón proyectado o gunitado, con inclusión de armadura reticular de acero.
En la cubierta de la sala de espectadores se ha mantenido su estructura primigenia, merced al buen estado en que se hallaban las cerchas elaboradas con recias escuadrías de madera de pino finlandés. Sin embargo, no ha sido posible extender este tratamiento a los demás elementos de madera del edificio, por el enorme deterioro que presentaba el material.
Especial dedicación e interés se ha puesto en la conservación de todos los elementos arquitectónicos y decorativos más característicos del Teatro, sobre todo los ubicados en la sala de espectadores. Así, las columnillas de fundición, las pilastras de proscenio, molduras en general y los antepechos de los distintos pisos. Recuperación de elementos originales que se ha visto completada, finalmente, con la restauración de las pinturas murales de su techo.
Los sistemas de protección contra incendios han tenido un tratamiento singular, como medida preventiva para la seguridad de un inmueble con unas características formales y funcionales tan específicas. Se ha dotado a todo el edificio de un equipamiento técnico muy complejo, disponiéndose incluso un aljibe de más de cien metros cúbicos, bajo la plaza del Teatro, para asegurar la autonomía de funcionamiento de la instalación.
Tras la finalización de las obras de rehabilitación del edificio se ha procedido a la dotación de equipos e instalaciones, tal y como se prevee en las actuaciones del Programa de Rehabilitación de Teatros de Andalucía. El proyecto que contempla esta fase final fue elaborado por el propio arquitecto encargado de la obra, Emilio Herrera, siguiendo los modelos homogeneizadores emanados del documento «Estudio del Equipamiento Teatral de los Teatros Públicos de Andalucía», promovido por la Junta de Andalucía y dirigido por el arquitecto Juan Ruesga Navarro.
En función de la tipología a la que responde el Calderón, «teatro a la italiana», con sala de planta de herradura y tres niveles de altura, y considerando la multiplicidad de usos que, presumiblemente, acogerá, se ha dotado al edificio de unas instalaciones lo más completas posible dentro de las propias disponibilidades económicas, teniendo en cuenta el modelo del Estudio arriba mencionado.
El primitivo equipamiento del Teatro Calderón se hallaba prácticamente perdido, por lo que ha sido preciso una actuación integral, acorde con las actuales posibilidades tecnológicas.
La maquinaria escénica responde a un sistema mixto de cortes de peine manuales y contrapesados. Para su manipulación, se cuenta con tres galerías perimetrales, una de iluminación, otra de carga y otra de trabajo. El peine se sitúa a unos 14’70 metros de altura sobre el nivel del escenario.
El vestido escénico comprende el telón de boca, formado por el bambalinón, cortina americana y dos arlequines; y la cámara negra con telón de fondo, diez patas laterales y cinco bambalinas. Todo ello en material de terciopelo ignifugado.
Para dotar de más versatilidad a sus instalaciones, se contempla la instalación de una cabina de proyección cinematográfica, en la parte central de la planta de anfiteatro, disponiéndose, asimismo, una pantalla de proyección frontal o de retroproyección.
Las condiciones de seguridad exigidas contra incendios, han supuesto, entre otras medidas, la colocación en la embocadura de la caja de escena de un telón cortafuegos, con una resistencia al fuego similar a los demás elementos del escenario, que resulta superior a 60 minutos.
Finalmente, cuestiones técnicas, principalmente en orden a la acústica de la sala, han condicionado las características de otros elementos permanentes, como los revestimientos, cortinajes, butacas, etc. Para estas últimos se ha optado por el tapizado en terciopelo, por su capacidad de absorción del sonido.
El Instituto Universitario de Ciencias de la Construcción de la Universidad de Sevilla ha realizado el estudio inicial sobre las características acústicas del Calderón, complementado con informes de seguimiento. Se han analizado las condiciones de la sala en cuanto a reverberación, distribución sonora e inteligibilidad, con resultados satisfactorios, especialmente para el uso teatral.